Es la sensación de alerta, hiperactividad, estar constantemente realizando cosas. No descansa uno un momento y sin embargo no llega a realizar todo lo que quisiera. Falta tiempo para todo, se organizan las cosas, pero un imprevisto de última hora lo retrasa todo. Irritabilidad, impotencia. Se acumulan las tareas con la sensación de no poder llegar a tiempo, cansancio. Parece la enfermedad de nuestros días, el estrés.
Tampoco pretendo alarmar, ya que el estrés puede ser una respuesta adaptativa del ser humano y por tanto necesaria. Por ejemplo, cuando se produce una situación de peligro real que requiere nuestra pronta actuación, nuestros sentidos se agudizan y todo nuestro organismo se pone en marcha para afrontar esa situación. En estas ocasiones respondemos como nunca hubiéramos imaginado, y al recordar lo sucedido apenas podemos creer nuestra reacción.
Me contaba Inés que hace un par de meses, se le acercó un individuo para pedirle tabaco, cuando iba a buscarlo en el bolso le sacó una navaja y se la colocó en el estómago. Dice que no sabe cómo lo hizo, pero que salió corriendo como nunca antes había corrido y además se confiesa incapaz de repetir la hazaña, ella ni siquiera sabía que pudiera correr tanto.
En esa ocasión estuvo muy bien la forma en que corrió Inés, ya que la ayudó a evitar un peligro real. Pero si corriese con la misma intensidad al ver que se le escapa el autobús o al salir de casa para comprar el pan, muy probablemente su cuerpo empezaría a mostrar signos de agotamiento, ya que ese sobresfuerzo que realiza el cuerpo no puede mantenerse de manera continuada.
