Ya los niños no tienen colegio, por fin están
en casa más tiempo con nosotros y podremos disfrutar de ellos.
¡Cuantos
cambios!, con tanto trabajo casi no me había dado cuenta.
Teresa, la del medio,
tiene ya doce años, ¿será el momento de hablar con ella? ¿qué preguntas
tendrá?.
David, el mayor, tiene dieciséis años, se pasa casi todo el día fuera
¿dónde irá? ¿qué hará cuando esté por ahí?
Javier, el más pequeño, tiene seis
años, pasa todo el día en el colegio, y luego al salir, clases de esto, clases
de aquello, hasta que su padre o yo terminamos de trabajar y podemos ir a
buscarle.
Por la noche estoy tan cansada que, en ocasiones, les grito sin merecerlo. Mientras preparo la cena, ellos merodean a mi alrededor, y he de confesar, que casi me molesta, ¿será que me importa más la cena que ellos? o ¿acaso sigo pensando en el trabajo y no les presto la suficiente atención?.
Los sábados la compra, lavadoras, planchar, limpieza de la casa y ellos, los pobres, siempre al retortero. Ahora que llegan sus vacaciones, para mí es un problema más ¿cómo lo hago si tengo que seguir trabajando? ¿quién se ocupará de ellos durante todo el día?.
Por fin, también estoy yo de vacaciones. Ahora, con más tiempo, podré disfrutar de mis hijos. A la semana... ya no puedo más. No sé de qué hablar con ellos, ni cómo hacerlo; se aburren y no sé qué decirles. Quizá si yo hubiera podido estudiar, todo sería distinto, pero es que estos jóvenes sólo saben pedir dinero y protestar.
- ¿Soy yo que no les entiendo? ¿qué puedo hacer por ellos y por mí?.
Dedicarles más tiempo, escucharles como lo que son, las personas más importantes del mundo, al menos para ti. No escuches sus historias mientras planchas o pones la lavadora, siéntate y escucha mirándoles a los ojos. Sólo necesitan cariño y apoyo, no sabios consejos.
- Que me siente ¡qué fácil es decirlo! con todo lo que yo tengo que hacer.
Establece prioridades ¿qué es más importante planchar la camisa de tu hijo o tu hijo?. La camisa puede esperar, tu hijo está creciendo y te necesita ahora.
- Ellos no me cuentan nada de sus cosas, lo que les preocupa, sus
ilusiones.
Y tú ¿lo haces?. La confianza hay que conquistarla, no se puede exigir. Si tú hablas de tus cosas con naturalidad, les confías tus inquietudes, ellos percibirán el ambiente de comunicación y terminarán por hacerlo de la misma manera.
- Me critican constantemente, mi forma de vestir, de comportarme...pero ¿se han visto ellos? con pendientes por todas partes y esos pelos tan desastrosos.
La adolescencia es todo un reto, para los propios chicos y para sus papás. Hay muchas cosas de las que informar: convivencia, respeto, autocuidado, drogas, alcohol, su futuro, sexo..., habrá que hacerlo con naturalidad y firmeza.
Es cierto que existen problemas serios, (agresividad, timidez excesiva, impulsividad, falta de concentración, complejos, falta de confianza en sí mismos) que requieren la consulta a un profesional, pero la mayoría de los chavales se desarrollan con normalidad, algún que otro problemilla que no pasa a mayores, aunque exigen, eso sí, gran estabilidad en los que les rodean, su papá y su mamá.
Y si el conjunto no es gratificante, sería buena idea consultar un profesional.
