La adolescencia, es ese paso entre la infancia y la madurez adulta. No es por tanto un problema (a pesar de su terrible fama) sino un camino a recorrer, una parte de la vida por la que todos pasamos.
Como cada etapa de la vida, trae consigo cambios, en el aspecto físico, emocional e intelectual. El cuerpo cambia rápidamente y la mente también. Las personas en esta etapa tienen un reto considerable, que es el de elaborar su propia identidad. Y no es tarea baladí ya que en la percepción de uno mismo está la base de su personalidad.
Es momento de recoger todo lo trabajado con su familia, todo lo visto y vivido desde que nació y ahora incorpora a sus iguales, los amigos adquieren importancia. Los adolescentes intentan diferenciarse de los adultos, afirmarse y adquirir autonomía. Con lo cual las estrategias de sermonear, criticar o decirles que somos más listos… no funcionan sino todo lo contrario.
Frases que se oyen con frecuencia en las relaciones entre padres y adolescentes: “es agotador” “yo ya no sé qué hacer” “es que no puedo más”.
Los papás se quejan de desorden en la habitación, malas contestaciones, abuso de la videoconsola, falta de estudio o de la apatía. El fin de semana, si no tiene partido, se levanta a las mil y se tira en el sofá a ver la televisión. Le puedes decir trescientas veces que se duche y se vista, que haga su cama y recoja su cuarto, que se ponga a estudiar, leer… Su respuesta es ¡qué me dejes! Una y otra vez, hasta que pegas tres gritos, apagas el televisor y entonces grita y se mete en su cuarto dando un portazo”.
Su personalidad social se redefine, y tiene que aprender a cooperar, a participar así como a respetar y valorar a los demás. Ser conscientes de sus puntos fuertes y sus debilidades, asumir responsabilidades, saber responder a las necesidades, fijarse objetivos y tomar medidas para alcanzarlos.
Los papás pueden facilitar este proceso desde una buena relación. Para forjar buenas relaciones con sus hijos adolescentes es imprescindible confiar en ellos, ser respetuosos con su intimidad y espacio, permitir sus tiempos, ser coherente, congruente, huir del postureo, del paternalismo, mantener abierta la comunicación y ser leal.
Se puede hacer y la realidad nos dice que hay grandes chicos, que disfrutan de su vida y con los que da gusto compartir tiempo. Pero las estadísticas también nos hablan de adolescentes deprimidos, con tendencia a despreciarse, abandono escolar, dificultades de aprendizaje, delincuencia, abuso de drogas y alcohol, agresiones filio parentales o intentos de suicidio.
“Algunas veces, cuando no le dejas jugar en el ordenador o salir con los amigos le asaltan unos ataques de ira brutales y puede lanzar lo primero que tiene a mano, se pone a gritar, suelta tacos o da portazos”.
El primer defensor del Menor, D. Javier Urra habla de hijos que agreden a sus padres. ¿Cómo es posible que un hijo pegue y maltrate a sus padres? ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Y nos habla de las características que quien violenta a sus padres:
- Generalmente no son adolescentes delincuentes. No proceden de una familia marginal, los padres tienen titulaciones universitarias y un buen nivel social.
- En muchas ocasiones han abandonado los estudios, no tienen
obligaciones, ni participación en actividades o relaciones interactivas. Muchos
se levantan a las 13.00 horas, comen, descansan con una reparadora siesta y a
´dar vueltas con los colegas´.
- 7 de cada 8 son varones, de 12 a 18 años, que arremete primordialmente
contra la madre con agresiones verbales y físicas.
- Los padres no han sabido poner límites a los chantajes emocionales de
esos hijos desde pequeños, por ser inmaduros, temerosos y fácilmente
manipulables.
- Adolecen hasta del intento de comprender qué piensa y siente su interlocutor
`domado´ (el padre o la madre).
- Poseen escasa capacidad de introspección y autodominio: ´Me da el punto; me
da la vena´. Rechazan el sistema, las autoridades.
- Pueden ser hedonistas-nihilistas que es el más amplio número. Su
principio es ´primero yo y luego yo´. Otros son patológicos bien sea
por una relación amor-odio madre-hijo.
- Se aprecian en bastantes casos en hijos separados. Procesos dañinos,
exclusión del padre, o bien que el padre en el régimen de visitas le indica a
su hijo que su ex (se olvida que es la madre de su hijo) se caracteriza por ser
tonta, caprichosa, estúpida. Los hay que han aprendido esta violencia porque
el padre también pega a la madre.
- En la casi totalidad de los casos, los chicos que agreden a sus padres no
niegan la violencia; es más, la relatan con tanta frialdad que impresiona
sobremanera.
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