/photos/449/449316975/1595176660604.png)
Publicado: 19 de Julio de 2020
En estos días de merecido homenaje, de despedida pública a los que se fueron, quiero contaros el trabajo que hacemos los psicólogos en estas situaciones, con los familiares que necesitan ayuda. Para ello os comparto las palabras que una persona especial me autoriza a hacer públicas.
“No encontraba sentido a nada, después de la pérdida que había sufrido. ¿Qué me llevo de estas sesiones? Mayor conciencia de la brevedad de la vida. Más ganas de disfrutar cada detalle. Qué rápido pasa todo, las etapas, las personas… yo misma. Y la cantidad de tiempo que dedicamos a sufrir por aferrarnos a lo innecesario. Complacer a todo el mundo, pretender hacerles felices, gustarles, luchas de poder. Qué intenso, doloroso e innecesario pretender abarcar lo que no está en mi mano y dejarme yo misma de lado. Como si mi vida no fuese importante. O como si fuese infinita. Siempre dejándome para después, ¿para cuándo?
Me llevo una mirada hacia mí. Hacia lo que me importa, lo que me condiciona. Me importan mis raíces, de dónde vengo y lo que aprendí, en ese camino, de tanta gente. Mis progenitores, mis hermanos, mis amigos, algún profesor, mi pareja. Y desde que nacieron, mis hijos. Tres regalos de la vida que tanto me enseñan, que tanto me aportan. Tres bombones que me miran tan bonito, tan incondicional. Con orgullo y ternura a la vez. Me hacen sentir maravillosamente. La verdad, no quisiera alejarme nunca de ellos. Aunque ya sé que eso no es posible. Que ellos, en algún momento, tendrán que vivir sin mí, sin mi vitalidad alrededor de ellos, sin mi organización protectora, sin mi escucha atenta, sin mis abrazos… Estoy segura de que lo harán bien. Que serán felices. Y en algún momento difícil pensarán en mí. Y se sentirán afortunados por la relación que creamos entre nosotros. Por las risas que nos echamos tantas veces. Por los mimos.
Que qué me llevo de estas sesiones… Conocer mis motivos, mis porqués, pensar en mí con serenidad. Poner un poco de orden en mi cabeza y poder valorar lo que soy, lo que tengo. Ahora me siento cómoda al repartir mi tiempo con cariño entre yo misma y los demás. No distraerme en tonterías, no ocupar mis días con enfados que no son míos, que no me conducen a nada. Porque todo esto tiene fecha de caducidad. En algún momento dejaré de existir, y ya no será posible reír ni llorar, ni sentir ni aportar… es ahora. Y es genial.”
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.