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Publicado: 8 de Mayo de 2022
“Yo no paro de pensar, estoy todo el día pensando”. ¡Genial! Digo yo, porque pensar es maravilloso y absolutamente necesario. Fuente de reflexión, autoconocimiento, origen de proyectos… Todo bien. Sin embargo, la persona que está diciendo eso no está tan feliz con el asunto.
Lo cierto es que dar vueltas y vueltas sobre una misma cuestión, pero sin encontrarle solución es un fenómeno incómodo y agotador. Esta es la forma de actuar de los pensamientos rumiantes, cavilaciones en bucle que nada tienen que ver con una reflexión.
Además de desencadenar emociones desagradables como la inquietud y la angustia, los pensamientos rumiantes provocan cansancio físico. No solo supone un gasto emocional, también absorbe las reservas de glucosa, el alimento del cerebro. Quien los padece termina físicamente agotado.
Aunque este tipo de pensamientos no tiene función alguna, sí pueden ser una señal sobre algún problema emocional no identificado. El desencadenante suele encontrarse justo antes de que se desate el bucle. En el mundo emocional todo pasa muy rápido. ¿Qué ocurre antes de que empiece?
Es importante identificar esa parte de la personalidad y trabajar para aprender que hay otras maneras de enfocar los problemas.
Silvia Bautista. Psicóloga. Collado Villalba. Madrid.